Hay una historia Taoísta de un viejo granjero que había trabajado sus cosechas por muchos años. Un día su caballo se fugó. Al oír las noticias, sus vecinos lo vinieron a visitar. “Qué mala suerte”, le dijeron simpatizantemente.
“Quizá”, contestó el granjero. A la mañana siguiente, el caballo regresó, trayendo otros tres caballos salvajes con él. “Qué maravilloso”, exclamaron los vecinos.
“Quizá”, contestó el viejo. Al día siguiente, su hijo intentó montar uno de los caballos indomados, fue echado por tierra, y se rompió la pierna. Los vecinos vinieron otra vez a ofrecer sus condolencias en su infortunio.
“Quizá”, contestó el granjero. Al día después, funcionarios militares vinieron a la aldea a reclutar hombres jóvenes en el ejército. Viendo que la pierna del hijo estaba rota, lo pasaron por alto. Los vecinos felicitaron a granjero por cuan bien las cosas se le habían dado vuelta.
“Quizá”, dijo el granjero.
(En otras versiones de esta historia, el granjero dice otra cosa en vez de “quizá” —por ejemplo “ya veremos”— o simplemente sonríe sin decir nada).
“Quizá”, contestó el granjero. A la mañana siguiente, el caballo regresó, trayendo otros tres caballos salvajes con él. “Qué maravilloso”, exclamaron los vecinos.
“Quizá”, contestó el viejo. Al día siguiente, su hijo intentó montar uno de los caballos indomados, fue echado por tierra, y se rompió la pierna. Los vecinos vinieron otra vez a ofrecer sus condolencias en su infortunio.
“Quizá”, contestó el granjero. Al día después, funcionarios militares vinieron a la aldea a reclutar hombres jóvenes en el ejército. Viendo que la pierna del hijo estaba rota, lo pasaron por alto. Los vecinos felicitaron a granjero por cuan bien las cosas se le habían dado vuelta.
“Quizá”, dijo el granjero.
(En otras versiones de esta historia, el granjero dice otra cosa en vez de “quizá” —por ejemplo “ya veremos”— o simplemente sonríe sin decir nada).
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