Dos monjes que regresaban a su templo, llegaron a un vado donde encontraron a una hermosa muchacha que no se atrevía a cruzarlo, temerosa de mojar sus mejores ropas.
Uno de los monjes, casi sin detenerse, la alzó en sus brazos y la llevó hasta el otro lado. La niña le agradeció y los dos hombres siguieron su camino.
Después de recorrer tres kilómetros el otro monje, sin poder contenerse más, exclamó, "¿Cómo pudiste hacer eso, tomar una muchacha en tus brazos? Conoces bien las Reglas...", y otras cosas por el estilo.
El monje cuestionado respondió con una sonrisa, "Debes de estar cansado, habiendo cargado con la muchacha todo este tiempo. Yo la dejé del otro lado del arroyo".
Uno de los monjes, casi sin detenerse, la alzó en sus brazos y la llevó hasta el otro lado. La niña le agradeció y los dos hombres siguieron su camino.
Después de recorrer tres kilómetros el otro monje, sin poder contenerse más, exclamó, "¿Cómo pudiste hacer eso, tomar una muchacha en tus brazos? Conoces bien las Reglas...", y otras cosas por el estilo.
El monje cuestionado respondió con una sonrisa, "Debes de estar cansado, habiendo cargado con la muchacha todo este tiempo. Yo la dejé del otro lado del arroyo".
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