Un loco se acercó al maestro de Zen. “Por favor, maestro, me siento perdido, desesperado. No sé quien soy. Por favor, muéstreme mi yo verdadero”. Pero el profesor sólo desvió la mirada sin responder. El hombre comenzó a suplicar, pero aún así el maestro no le dio respuesta. Finalmente rindiéndose en frustración, el hombre se dio vuelta para marchar. En ese momento el maestro lo llamó por su nombre en voz alta. “¡Si!” dijo el hombre mientras se giraba. “¡Allí está!”, exclamó el maestro.
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